—¿Estás segura?
Ella vaciló, breve, tan sutil que los segundos en que sus ojos se empañaron coincidieron con el pestañeo de Edward.
—Quiero hacerlo —, añadió más inestable, la carne su tripa latía insolente y los minutos parecían ir en retrospectiva.
«Podemos huir», le había instado Edward.
Sería tan fácil…
Pero ni por asomo correcto. No se trataba de obligarse a si mismo estar con quien no amabas, sino a saber distinguir qué oportunidades son realmente las acertadas para tu futuro.
Mike era el de ella, podría decir que realmente se estaba enamorando de él. Edward por otra parte. Él ponía su mundo de cabezas.
—Si te arrepientes —, la voz de Edward se diluyó en una cálida brisa, tan opuesta al clima que imperaba a través de la pared.
—No lo haré —. Él frunció el ceño.
—Y si lo hicieras…
Bella se encogió de hombros, restándole importancia.
—De todas formas, siempre me arrepiento de banalidades. Al menos, esta vez tendré la certeza de que valió la pena.
Si eso era una forma de darle ánimos, a Edward le pareció que era la peor.
—Bella, la cosa es que, no creo merecerlo…
Sus dedos fríos, envolvieron su mano, un tímido apretón para quien todo lo quiere y todo entrega.
—No se trata de si lo mereces o no, yo quiero hacerlo —Él pestañeó aturdido—. Quiero ser tuya…—los latidos en su pecho aumentaron— Quiero que seas mío, aunque sea una vez…—Edward deslizó su mano bajo el ojo marrón, secando con ternura y auto odio, la lágrima que acababa de escapar. Su culpa, siempre sería su culpa. — Aunque sea la única vez en mi vida, déjame tenerte.
—Tú ya me tienes…—masculló antes de tomar su boca con pasión descontrolada.